El cuerpo que me lleva, de Ernesto Neto en El Guggenheim

Vivimos en la era de la participación, aspecto que aparece como una ola transversal que inunda cualquier aspecto de nuestra sociedad. Es el caso de  la nueva exposición en el Guggenheim del escultor Ernesto Neto el cuerpo que me lleva,  que plantea su trabajo para que pueda ser atravesado, habitado, sentido, olido.

El autor, que exhibe sus esculturas en el círculo artístico internacional desde 1995, es  uno de los artistas más destacados de Brasil. Plantea sus  esculturas de un modo amplio, como hábitats en los que sumergirnos y llenar nuestros sentidos.

En este caso la idea es hacer partícipe al espectador de la obra, que este pueda experimentar su propio cuerpo, sus sentidos y su mente por medio de la obra de arte. El visitante interactúa con las demás personas del público y con el entorno, viéndose inmerso en una fusión de escultura y arquitectura en la que de algún modo él es el protagonista.

Como veis el tema está en la línea de Socionomía, de la sociedad conectada, de la Generación We y de tantos otros conceptos de actualidad que aquí vamos planteando. Como Neto afirma: “Lo que tenemos en común es más importante que lo que nos hace diferentes. Me interesa discutir la situación de la humanidad, la temperatura de las cosas que vivimos. El tránsito de las cosas. El lenguaje”. Por ello, investiga los aspectos comunes de las relaciones humanas a través de esculturas que apelan a la sensualidad, la corporalidad y la reflexión.

imagen5También aparece la idea de desconexión, de dejarnos vivir, lejos de la sobrecarga informativa habitual, una experiencia de olor, color, emoción y lenguaje, de acontecimientos sensoriales únicos.

Neto hace de la exposición es un lugar para la poesía donde el visitante pueda escaparse de lo cotidiano:

“Todo el tiempo recibimos información, pero quiero que aquí se deje de pensar. Que nos refugiemos en el arte. Pienso que no pensar es bueno, es respirar de la vida”.

El montaje en el Museo sigue todas estas premisas, empezando en el Atrio, que está presidido por una gran obra suspendida del techo, y continuando en las ocho salas de la segunda planta. Cada sala ofrece al espectador una experiencia distinta y requiere un ritmo diferente para la contemplación o interacción.

Realmente interesante.

 

 

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