Pensaba hace un rato en los efectos sociales de la web semántica, en cómo siendo algo que sigue estando por construir y resultando algo impredecible la dirección que irá tomando, estamos a tiempo de pensarla, de construirla. ¿Será tan disruptiva como la web 2.0?
¿Viviremos algún Black Swan Event (Teorías del cisne negro, o The black Swan, sobre eventos impredecibles y disruptivos) entorno a ella?
Son varios ya los grupos, espacios foros, blogs que miran al 2020. ¿Cómo será entonces el nuevo entorno en el que, al parecer participamos de forma algo más democrática que nunca antes?
Es arriesgado opinar aún pero diría que podrían ser otras, potenciadas por la eficiencia de sistemas sémánticos, las tecnologías que realmente pueden significar revoluciones.
Se habla mucho en estos días de la web de las cosas, de la tecnología RFID, de la web al cuadrado, este último un nuevo concepto, formulado por Tim O’Reilly y John Battelle, que significaría un crecimiento exponencial, más que artimético de la web a partir de la intersección de las tecnologías de la web social con la Internet de las cosas (objetos reales conectados a la red por medio de sensores).
Ampliar información sobre productos antes de comprarlos, tarjetas multiuso como moneda en ciudades, dependerán de la proliferación de etiquetas RFID y lectores en móviles, tarjetas de crédito, etc…
Asusta un poco pensar en las consecuencias, en cuestión de amortización de puestos de trabajo que todo eso puede suponer, a pesar de abaratar el coste del producto. Asusta también pensar en temas como la privacidad, en el volumen de datos que sistemas de este tipo introducen en la web, en cómo puede aumentar el potencial y por tanto, la amenzaza, de la siempre controvertida publicidad basada en comportamiento (Behavioral ads, Behavioral targeting).
Un artículo reciente en Wired UK resumía este tipo de escenario, el que puede ser habitual en poco tiempo:
“Imaginemos lo transparentes que son nuestras preferencias personales para los anuciantes cuando el “clickstream” del mando del televisor se mezcla con la historia de exploración web, los datos de nuestra tarjeta de crédito, nuestro email, grabaciones de nuestros movimientos via cámaras con reconocimiento facial, etiquetas identificadoras por radio frecuencia y mapas de señales de nuestro teléfono móvil”
Nos preocupa la privacidad en las redes sociales, la posibilidad de que nuestros datos estén en venta con objetivos publicitarios, pero imaginemos que los datos anteriores, generados por muchas de las aplicaciones de la web de las cosas, pueden ser consultados por futuros empleadores o posibles encargados de calcular el precio de seguros de salud….
Existen campañas, movimientos contra las tecnologías RFID. Katherine Albrecht, responsable de CASPIAN (Consumers Against Supermarket Privacy Invasion and Numbering) y Spychips, un sitio dedicado al tema que nos ocupa, las identifica como lo peor que ha ocurrido y ocurrirá a nuestra privacidad como consumidores.
Si bien es cierto que creo que se exageran, en ocasiones, los términos en campañas de este tipo, que dibujan las peores pesadillas distópicas de Orwell, creo que es importante que estemos alerta sobre nuestros derechos como usuarios, también, de la web 3.0.
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No deja de sorprenderme la capacidad de anticipación que tuvieron los “visionarios” del movimiento cyberpunk, Gibson, Stephenson, Effinger…
Creo que el tema de la privacidad se saca de contexto, un chip RFID es mas de 1000 veces de menor potenciA que el teléfono movil. Además, cuando salimos con el cohce estamos enseñando la matrícula a todos, vamos comprando y dejando señas con las tarjetas de crédito y demás dispositivos. También nos hacen registrarnos al entrar en las empresas y cada vez hay más controles de acceso en todas partes.
El problema no está en la tecnología RFID, sino que está en la informática y la utilización de esos datos. El RFID solamente es otro sistema más de introducir datos en el ordenador.
Esto no solo se debe tomar como una invasión a nuestra privacidad, sino que también se debe tomar como un sistema que la Biblia lo menciona como “La marca de la bestia”. Se estará poniendo una marca ya sea en la mano o en la frente de la humanidad y el que no lo hiciere no podrá comprar o vender. Esto es solo el inicio de lo que será una obligación para la humanidad. Yo compré el libro de Katherin A. y me quedé sorprendido de cómo desde ya hace años, nos están controlando. todo empezó con las tarjetas de créditos, los códigos de barras. Conste que satanás no tiene poder para hacer eso, solo ocupa la tecnología para crear sus controles para la humanidad.