No tengo por costumbre realizar análisis superficiales de cosas complejas. Pero lo que está pasando en nuestras calles merece algunas líneas más de las que he podido dedicar esta mañana.
Está pasando que sí, que los jóvenes que son y se sienten grandes en internet, en las redes sociales, en los lugares o no-lugares en los que han pasado buena parte de su tiempo como desempleados, que nuestros nuevos jóvenes, creativos, inteligentes, “empoderados”, con una voz más audible que nunca en las redes sociales que tan bien conocen nos están avisando de que no van a seguir soportando ser las víctimas de un sistema que les ningunea.
Tienen razón: ni son responsables de la crisis que anula sus sueños ni se les está dando la más mínima oportunidad de participar en su resolución. No faltan innovadores, falta dar recursos a la innovación.
“gente más grande con el futuro en las manos ante políticos estupefactos parapetados tras un sistema obsoleto”, decía esta mañana de forma precipitada. Y creo que me equivocaba únicamente en una cosa y que precisamente está en ella la solución: el futuro está en nuestras mentes, no en nuestras manos. Viven, vivimos participando en las redes sociales, haciendo cosas por lo menos alegales, casi ilegales por real decreto en ellas, pero sin la posibilidad de participar en la realidad.
Fuente: Libey Amazings you
Leía hace poco un discurso de Hillary Clinton, recuerdo algunos de Obama alabando la sociedad de la transparencia que nos proporcionaban las redes, la entonces casi anecdótica internet. Después terminaron con Wikileaks. Utilizaron las redes sociales para llegar a los jóvenes, colectivo tradicionalmente abstencionista que empujó a Obama en gran medida hacia el poder. Hoy, las campañas en social media de los políticos nos inundan y en su mayoría, repiten la misma propaganda que cuelgan en los árboles y en las farolas, pero en ningún caso están abriendo brechas reales de participación.
Basta ya de hacer política 2.0. Toca, como leemos a lo largo y ancho de la blogosfera hoy, hacer de una vez realidad una democracia que en las redes sociales, como tantas otras cosas y sectores, va haciendo prescindibles a los intermediarios.
Lo digo a menudo para muchos sectores: el papel de los profesionales hoy es saber organizar y motivar, hacer productiva la inteligencia colectiva en cada sector específico. No aguantamos ya más las viejas misivas del despotismo ilustrado, el todo por el pueblo pero sin el pueblo.
Y no vale consultar cada 4 años si los intermediarios son los adecuados. ¿No es la ciudadanía la comunidad más importante? Más “Community managers” para la democracia y menos para los partidos políticos. Cualquier político, cualquier administración será muy, muy pequeña hoy si no se alimenta de las ideas de sus administrados.
Más allá de ideologías, ahora que el pueblo tiene una voz más audible que nunca, no hay excusa posible para no escucharle, constante y atentamente, las 24 horas del día.
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No sé si acostumbras -o no- a analizar a la ligera los acontecimientos, pero la impresión desprejuiciada que tengo es que estos días algunos “líderes” españoles de las redes han estado a la la altura de aquello a lo que critican. Entristecida por como se ha utilizado un debate como el de la pirateria para canalizar el descontento de una ciudadanía ya de por sí cansada.
De todo se aprende, y estos días he podido comprobar la banalidad y la falta de reflexión de casi todos.
Gracias.
Hola Dolores,
Todo lo que dices me hacer recordar a un autor que estudie en la Universidad. Tal vez te interese ya que se que lees muchisimo,
su nombre es Pablo de Marinis, y habla de las idea de comunidad y sociedad, y de que como esta ultima ha tomado un rol mas protagonico en estos ultimos tiempos.
Saludos de Montevideo,
Victoria
Añadiría a esta frase: “el futuro está en nuestras mentes, no en nuestras manos” la siguiente: “el futuro está en nuestros corazones…”
Tengo la conviccion de que ni religion ni politica podran dar solucion integral a las miserias humanas. Creo en las mente y espiritus jovenes en ellos esta la esperanza de la humanidad.