Impresionante, casi como la de Jill Bolte Taylor, que traducíamos y dejábamos aquí hace un tiempo (autorelato sobre un aneurisma) y fue una de las entradas más vistas en El caparazón, la charla Ted de Aditi Shankardass.
Hace mucho, mucho tiempo ya conocí muy de cerca el tema y me ha sorprendido esta segunda, esperanzadora visión de los trastornos graves del aprendizaje (como el Autismo profundo), así que he decidido compartir vídeo subtitulado y transcripción.
Me llega, además, si me permitís una nueva licencia conectiva, en tiempos de autocrítica tecnoutópica, “tecnoprecavida” (Technology Can Be a Force for Liberation, La civilización de los bárbaros. Una conversación con Alessandro Baricco). Y me deja una vez más “tecnoasombrada” :). Tecnología para desbloquear las mentes. Y otra vez de forma absolutamente vital, emocional, o lo que es lo mismo: indiscutible.
“Se estima que uno de cada 6 niños, esto es uno de cada seis niños, padece algún trastorno de desarrollo. Éste es un trastorno que retrasa el desarrollo mental del niño y causa discapacidades mentales permanentes. Lo que significa que todos y cada uno de ustedes hoy conocen por lo menos a un niño que padece un trastorno de desarrollo.
A pesar del hecho de que todos y cada uno de estos trastornos se originan en el cerebro, la mayoría de éstos son diagnosticados únicamente sobre la base de la conducta observable. Pero diagnosticar un trastorno cerebral sin de hecho ver el cerebro es equivalente a tratar a un paciente con un problema cardiaco basándose en los síntomas físicos, sin siquiera hacerle un ECG o una radiografía de tórax para ver el corazón. Sin embargo, a pesar de todos los avances en tecnología médica, el diagnóstico de trastornos del cerebro en uno de cada seis niños aún permanecía sumamente limitado.
Y entonces me topé con un equipo en la Universidad de Harvard que había tomado una de estas tecnologías médicas avanzadas y finalmente la había aplicado, en lugar de a la investigación del cerebro, al diagnóstico de trastornos cerebrales en niños. Su innovadora tecnología registra la EEG o la actividad eléctrica del cerebro en tiempo real, permitiéndonos observar el cerebro mientras realiza varias funciones para entonces detectar hasta la más sutil anomalía en cualquiera de estas funciones, visión, atención, lenguaje, audición.
(…) Justin Senigar, de siete años de edad llegó a nuestra clínica con un diagnóstico de autismo muy severo. Como muchos niños autistas su mente estaba encerrada dentro de su cuerpo. Había momentos en que de hecho su mente se ausentaba por algunos segundos a la vez. Y los doctores le dijeron a sus padres que nunca podría comunicarse o interactuar socialmente, y que probablemente nunca tendría mucho lenguaje.
Cuando utilizamos esta innovadora tecnología EEG para ver efectivamente el cerebro de Justin, los resultados fueron asombrosos. Resultó que Justin casi no era ciertamente autista. Estaba padeciendo de convulsiones cerebrales que eran imposibles de observar a simple vista, pero que de hecho le estaban causando síntomas que imitaban a los del autismo. Después de que Justin recibió medicamento anticonvulsivo, el cambio en él fue impresionante. Dentro de un periodo de 60 días, su vocabulario pasó de dos o tres palabras a 300 palabras. Y su interacción comunicativa y social mejoró tan dramáticamente, que lo inscribieron en la escuela regular e incluso se convirtió en un supercampeón de karate.
Las investigaciones muestran que el 50 por ciento de los niños, casi 50 por ciento de los niños diagnosticados con autismo en realidad sufren de convulsiones cerebrales ocultas. Éstas son las caras de los niños que yo he examinado con historias exactamente como las de Justin. Todos estos niños llegaron a nuestra clínica con un diagnóstico de autismo, trastorno de déficit de atención, retraso mental, problemas de lenguaje. En su lugar, nuestros escáners EEG revelaron problemas muy específicos ocultos dentro de sus cerebros que no podrían haber sido detectados mediante valoraciones conductuales. Así es que estos escáners EEG nos permitieron proporcionar a estos niños un diagnóstico neurológico mucho más preciso y un tratamiento mucho más dirigido.
Por demasiado tiempo ya, niños con trastornos de desarrollo han sufrido por diagnósticos equivocados mientras que sus problemas reales no han sido detectados y han permanecido para empeorar. Y por demasiado tiempo ya, estos niños y sus padres han padecido frustración y desesperación indebida. Pero estamos ahora en una nueva era de neurociencia, en la que finalmente podemos ver directamente la función del cerebro en tiempo real sin riesgos y sin efectos colaterales, de manera no invasiva, y encontrar la verdadera fuente de tantas incapacidades infantiles.
Así es que si pudiera inspirar apenas a una fracción de ustedes en el público hoy para que compartan este enfoque de diagnóstico con aunque sea un padre cuyo hijo esté padeciendo un trastorno de desarrollo, entonces quizás un enigma más en un cerebro más será resuelto. Una mente más será desbloqueada. Y un niño más que ha sido diagnosticado equívocamente, o incluso no diagnosticado por el sistema, reconocerá finalmente su potencial real mientras todavía haya tiempo para que su cerebro se recupere. Y todo esto, simplemente, por medio de la observación de las ondas cerebrales del niño.”
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Es un asunto de responsabilidad de todos los actores que nos dedicamos a la intervención de personas con problemas de conducta. No asumir con responsabilidad la tecnología como una ayuda para la observación, es estar de espaldas al avance de la ciencia. No podemos hablar de ciencia, sino hacemos lo que la ciencia nos enseña cada día, pensar que la ciencia no lo es todo (como muchos los sostienen a pesar de aceptarla) es negarse a sí mismo y a la humanidad el derecho de hacer bien nuestras competencias adquiridas para las cuales nos hemos formado.
Orlando Tipismana Neyra
Lima – Perú