La era de la verdad. Truthadict o la verdad como la clave del siglo XXI. No te preguntes por quien doblan las campanas…doblan por ti.

Ese es el espíritu, el sentido de nuestro tiempo. Asumir la verdad. Y es hoy aún semilla incipiente de algo que inevitablemente crecerá. Si hay dos cosas que han marcado mi vida, esas son el 11m y el asesinato de Angel Blanco. Me quedé algo “pillada” con ambas cosas…las viví intensamente y no las olvidaré.No olvidaré que utilizaron, que aniquilaron las vidas, las almas, los corazones de personas humildes en favor de intereses que como siempre no eran más que económicos o de poder.

No olvidaré que si algo me aterroriza de la muerte es que pueda partir de la mano de otro ser humano.

No olvidaré, sobre todo, el engaño… que intentaran manipularnos, atarse de pies y manos con cuerdas hechas de falacias al sillón del poder. Y eso a costa de una falta de respeto imperdonable hacia nuestros muertos, hacia nosotros mismos.

No olvidaré que en el fondo dimos un salto adelante. El sonido de las cacerolas en las calles emulaba el redoble, solo 70 años después, de las campanas de Hemingway. Todos habíamos muerto, el día antes, un poco. Y casi todos votamos por fin por la vida y nada más.

Somos mejores desde entonces.

Y en otro nivel… evolucionamos hacia la aceptación de cada día más verdades, de un mundo cada vez más transparente. Cuanto más nos estamos acostumbrando a la verdad, más estamos dejando de temerla.

No somos dios…o solo lo somos cuando somos fuertes, cuando sabemos que podemos y, a pesar de ello, sacrificamos alguno de nuestros intereses por el bienestar de otros, que sigue siendo el nuestro.

Dios…que existe, bebe de ahi su sentido. Nos da la oportunidad impagable de hacernos a nosotros mismos como individuos y a la vez como parte de dios mismo.
Es necesario, dicen, un poco de autoengaño para vivir. Pero hay un límite delicado, frágil…entre el engaño y la manipulación. No me quitaría ni uno solo de los años que he vivido. No daría ni un solo paso atrás… pero sí preferiría que algunas mentiras, que algunos secretos, que algunas personas…hubiesen sido más valientes…hubiesen afrontado más verdades, no hubiesen puesto tantas barreras en mi camino. No quiero que el miedo de los demás condicione mi vida y así, por suerte…no me canso de saltar.

Os dejo un pedazo de mi biblia particular…Khalil Gibran.

“Entre las colinas vivían una mujer y su hijo, éste era su primer y único hijo.

El niño murió de una fiebre mientras el médico lo vigilaba.

La madre, destruida por las tristeza, gritó al médico diciendo: “Dime, dime, ¿qué es lo que hizo aquietar su fortaleza y silenciar su canción?”

Y el médico respondió: “Fue la fiebre”.

Y la madre dijo:”¿Qué es la fiebre?”

Y también el médico respondió: “No puedo explicártelo. Es algo infinitamente pequeño que visita el cuerpo y que no podemos ver con nuestros ojos humanos”.

Por la tarde, el sacerdote llegó para consolarla.

Y ella lloró y gritó diciendo: “¡Por qué he perdido a mi hijo, mi único hijo, mi primer hijo!”

Y el sacerdote respondió: “Hija mía, es la voluntad de Dios”.

La mujer entonces preguntó: “¿Qué es Dios y dónde está Dios? Quiero ver a Dios y rasgarme el pecho delante de El y hacerme brotar sangre de mi corazón a sus pies. Dime dónde encontrarlo.”

Y el sacerdote contestó: “Dios es infinitamente grande. No puede ser visto con nuestros ojos humanos”.

Entonces la mujer gritó: “¡Lo infinitamente pequeño asesinó a mi hijo por voluntad de lo infinitamente grande! Dime, ¿qué somos nosotros?”.

En ese momento entró la madre de la mujer con el sudario para el niño muerto, y oyó las palabras del sacerdote y el llanto de su hija. Depositó el sudario y tomó entre sus manos la mano de su hija y le dijo: “Hija mía, nosotros mismos somos lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande y somos la senda entre ambos”.

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