Me ha parecido interesante recordarlo de nuevo, volver a los varios pasajes de Socionomía que hablan de pacifismo, de cómo internet se desvincula pronto en sus orígenes de lo militar y establece alianzas con el diálogo y la resolución pacífica de conflictos: en los orígenes de la violencia está muchas veces la propia violencia.
El tema resulta evidente en el caso de las guerras, los conflictos sangrientos alrededor del mundo pero parte también de lo cotidiano, de usos y costumbres educativas y de socialización que creo que debemos repensar. Era trending topic el otro día la inadecuación del “método Estivill” de abandonar en llanto a los bebés como forma de extinguir la conducta, algo que a muchos psicólogos, educadores, padres, siempre nos ha parecido una barbaridad y que a lo que de verdad tiende es a generar situaciones de indefensión aprendida o incluso de insensibilidad hacia las necesidades de los demás.
En fin… que el 80% de los padres estadounidenses declara, según una estadística reciente, haber utilizado el castigo físico con los hijos en alguna ocasión. El tema suele venir acompañado, además, de argumentos a favor, de justificaciones atávicas como la que en nuestro contexto proclama que “una bofetada a tiempo” ahorra problemas mayores a largo plazo. Pues bien, todo ello es, según una constelación de estudios confirmados esta vez por una investigación reciente en la Universidad de Manitoba, totalmente incierto.
De hecho lo que ocurre es todo lo contrario y la gente que ha sufrido alguna vez castigos físicos, incluso si son leves, tiende a mostrar en mayor medida (1,5 veces más que la población que no los ha sufrido) todo tipo de trastornos psicológicos, como depresión, manía, ansiedad, etc. Además la gente que ha sido castigada físicamente manifiesta 1,6 más probabilidad de abuso de alcohol y 1,5 de drogas.
Ocurre también en lo cotidiano cuando lo que se consigue con los azotes, los cachetes y similares es en el mejor de los casos, generar resentimiento hacia su autor y en el peor crear futuros maltratadores. En el extremo es frecuente en criminología observar cómo los maltratadores, violadores, suelen haber sido niños maltratados o abusados y en lo cotidiano es usual escuchar como argumento que justifica los cachetes el hecho de haberlos recibido también.
Como conclusión, la violencia genera violencia, contra uno mismo, como indica la investigación que nos ocupa, o contra los demás, perpetuando un ciclo que no nos lleva a ningún lugar. Lo difícil, lo maduro, es justo todo lo contrario… educar hacia un estadio de evolución superior en lo moral y lo racional, hacia valores de paz y diálogo en situaciones de desacuerdo.
Y todo ello incluso en casos de violencia grave, de situaciones de abuso de poder por parte de estados totalitarios. Lo valiente, lo verdaderamente valiente, lo que de verdad demuestra seguridad y buenos argumentos y pone en evidencia la inseguridad y los malos argumentos del que pega, es dejar de pegar.
Somos más fuertes, más grandes como individuos y como colectivo en la era de internet, así que casi con toda seguridad la violencia tiene los días contados. Contribuyamos a ello.
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Hoy me entero que, según un estudio reciente, en mi país, Uruguay, uno de cada dos ciudadanos está de acuerdo con que la policía actúe fuera de la legalidad y se extralimite en ciertos casos, como respuesta a la criminalidad. Además, muchísimos están de acuerdo en la justicia por mano propia, sobre todo quienes fueron víctima de algún delito recientemente. Es decir, tendemos a caer en un espiral de violencia: cuánto mayor violencia vivo, o percibo (sobre todo a travás de los medios), más violencia soy capaz de aceptar, incluso desde el Estado, como parte de la solución.
Cómo esasea y cuánta falta hace esto que decís: “educar hacia un estadio de evolución superior en lo moral y lo racional, hacia valores de paz y diálogo en situaciones de desacuerdo”.
Totamente de acuerdo y necesario para que no se nos olviden estas cosas, auqnue me temo que en esta situación de crisis y recortes de derecho, al margen de hacerse más necesario, también es obvio que la salud mental está empeorando y más lo va a hacer. Esta sociedad recalcitrantemente neoliberal no genera precisamente felicidad.
Un saludo
En relación a los efectos de los castigos físicos, recuerdo la traducción de un metaánalisis de la Canadian Medical Association Journal que relaciona este tipo de castigo con la reducción de las zonas grises cerebrales, lo que mermaría el CI.
http://www.20minutos.es/noticia/1303656/0/pegar-hijos/dano-largo-plazo/menos-inteligencia/
Saludos!
Hace años que leo sobre el mal trato en la infancia y su relación con trastornos psiquiátricos. Y, al contrario, sobre el buen trato y su correlato con buena salud mental en la vida adulta.
Creo que nos hemos preocupado tanto de la etiología de la violencia, y cómo prevenirla, que hemos perdido de vista que la “bofetada a tiempo” es violencia; el castigo físico, verbal o psicológico, es violencia; aplicar consecuencias (en lugar de exponer a consecuencias naturales) es un eufemismo del castigo; dejar llorar a un bebé hasta que se duerma agotado, es violencia; dejarle llorando, en lugar de permitir que llore, durante una rabieta, es violencia…
La docilidad de familias, educadores y profesionales de la salud frente a los consejos de expertos de prestigio o influyentes y/o modelos obsoletos, nos ha llevado a crear nuevos trastornos y patologías infanto-juveniles que antes ni existían, o son exclusivas de la infancia occidental. El Trastorno de Desregulación Disruptiva del Estado de Ánimo(DMDD), antes rabietas, que a partir de mayo se incluirá en el DSM-5, es buen ejemplo de lo poco que hemos aprendido a tratar a la infancia.
Mientras sigamos poniendo el problema fuera (trastorno) o lejos (causas etiológicas o teleológicas) de nuestro control y responsabilidad, continuaremos justificando los beneficios de la violencia hoy.
Tiempo ha que no te dejaba un comentario. Me he desquitado :-)
Un abrazo
Totalmente de acuerdo Araceli…
Un abrazo