El pulpo que vive en los árboles (o la diferencia entre información y conocimiento)

Personas vs. máquinas

Hablaba ayer en Colombia, en Virtual Educa 2013 (dejo la presentación correspondiente al final), de cómo en cuanto al dilema de si el profesor tiene que ser experto o no en tecnología, lo que tengo cada vez más claro es que en lo que tiene que ser experto es en su materia. La cuestión, creo, no es si internet nos está volviendo más o menos estúpidos sino qué aspectos de la inteligencia son insustituibles por las máquinas y cuáles favorecen sin cuestionamiento posible.

Las preguntas están, en mi opinión, relacionadas con tres aspectos:

Memoria – contenidos: -¿Qué contenidos es necesario memorizar? ¿Qué es posible dejar en “la nube” para poder acceder a ello cuando es necesario?
Procesamiento: –¿Qué puede ser procesado por una máquina y por lo tanto, en un contexto de necesidad de aprendizaje permanente y más requerimientos cognitivos que nunca, debe serlo?
Sentido:  -¿Qué debemos investigar? ¿Qué valores deben guiarnos?

En el primer y tercer caso el profesor, los padres, la comunidad educativa, si estamos hablando de educación primaria, secundaria o superior, son imprescindibles, diría que incluso más que nunca antes.

Nos fijaremos ahora en los contenidos, en cómo los modelos de Learning by doing (Aprender haciendo) más radicales, de tábula rasa que debe desarrollarse sin influencia de los adultos, de no tienen demasiado sentido. De entrada recordar una obviedad: somos animales sociales, las cosas más relevantes de la humanidad como la cultura, la ciencia, el desarrollo moral del ser humano se basan en esa premisa. Crecemos, como dice la vieja misiva a hombros de gigantes que nos permiten llegar progresivamente cada vez más alto (es curioso que escriba esto cruzando el atlántico, a  12000 y pico metros de altura y montada en un icono del desarrollo tecnológico como un avión Sonrisa)

 

En fin… volviendo a nuestro tema, confundir algunos de los aspectos anteriores es caer precisamente en el tema que nos ocupa, en la que me gusta llamar desde que la descubrí, la falacia del pulpo que vive en un árbol.

 

Sobre pulpos y árboles

Corría 2005 e investigadores de la Universidad de Connecticut ponían en marcha un interesante experimento:  pedían a estudiantes valorar un website repleto de información sobre el pulpo del noroeste del pacífico, el también denominado “pulpo paxarbólico”. La página describía los rituales de apareamiento de la criatura, su dieta preferida, su hábitat en las hojas. Aplicando los métodos de análisis de la información habituales cuando estudiamos pensamiento crítico, los alumnos debían juzgar si el sitio era realmente fiable. Su conclusión era clara: el pulpo arbóreo existe. Las conclusiones caían en falacia cuando llegaban a conclusiones precipitadas a partir de premisas insuficientes.

Según rezan los titulares: “Los investigadores hallaron que los chicos necesitaban mejorar sus habilidades académicas online”. En definitiva, no se trabajan las nuevas alfabetizaciones y eso hace que los jóvenes sean más manipulables en la red.

El tema  no está tan claro y más bien parece que la confusión podría derivar de la falta de conocimientos básicos de la muestra.  Había datos que cualquier experto en la materia hubiese delatado, como por ejemplo que los supuestos predadores naturales del pulpo no eran los que aparecían en la página.

 

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Así lo destaca Robert Pondiscio cuando habla del “problema del pulpo arbóreo”: incluso el más sofisticado entrenamiento en competencias digitales no ayudará a nuestros alumnos, trabajadores, etc. a navegar el mundo si no tienen una buena base sobre cómo funciona.

La evidencia en ciencia cognitiva refuerza esta conclusión: las habilidades no existen de forma independiente del conocimiento.  Dan Willingham, profesor de psicología en la Universidad de Virginia y experto en aprendizaje lo describe diciendo que aprender bien requiere conocer cuestiones, en primer lugar porque no podemos pensar si no es en algo sobre lo que hacerlo y en segundo porque las competencias más importantes en aprendizaje, el razonamiento y la resolución de problemas, dependen en gran medida del conocimiento sobre hechos que se almacena en la memoria a largo plazo, no solamente en lo que podemos almacenar en el ambiente (o en las máquinas).

 

Lo mejor de cada casa

Volviendo al tema de nuestros profesores, de la escuela, de determinados tipos de formación, incluso de los famosos MOOCs, todos ellos son los encargados de cimentar la educación, de crear las bases para que el autoaprendizaje inevitable en un momento posterior sea lo más fructífero posible.

Lo dije también hace poco en Ibertic en Buenos Aires  y cada día estoy más convencida de ello: más que poner el énfasis en lo que los profesores deberían aprender, deberíamos ponerlo en trasladar al contexto actual lo que ya saben hacer. No digo que no deban saber de las tecnologías y nuevas habilidades de manejo de la información en sus respectivas especialidades pero debemos respetarles si son capaces de dejar libertad o negociar con sus alumnos, especialmente expertos en ello,  en cuanto a los formatos, los procedimientos, las herramientas con las que presentan o evalúan  y que se centren en los contenidos de los que son expertos.

No estamos hablando de modelos exclusivamente memorísticos: Evaluar debería parecerse, en un escenario de proactividad del alumno en el aprendizaje, a valorar si lo que se aporta  es coherente y además añade un nuevo valor a lo que ya existe. Es evidente que nadie mejor que un experto que además esté comprometido con el avance de su especialidad será mejor en ello, incluso si no domina como lo hacen sus alumnos las tecnologías. En se aspecto tiene una oportunidad única que además no desaprovechará si realmente ama lo que hace: aprender de ellos.

 

 
 

Imagen por cortesía de Shutterstock.

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