Volvemos de nuevo con otra entrega de la serie sobre sesgos cognitivos habituales. Y es que cuando pensamos en nuevas competencias partimos de un escenario, de las necesidades que impone un ecosistema nuevo. La increíble proliferación de ideas, información, imágenes, conocimiento disciplinar o profano hace que las actividades de filtrado, síntesis, contextualización y memoria sean cada día más importantes.
Son tareas del “curador de contenidos”, del que aquí hemos hablado hace ya tiempo, denominándolo Intermediario crítico del conocimiento pero también de un Community manager que quiera aportar valor aportando contenidos y sobre todo, como buen dinamizador, conectando ideas con y entre los miembros de su comunidad.
Lo veíamos en otros términos al hablar de las economías de la abundancia: si la innovación en otro momento iba encaminada a luchar contra la escasez, hoy debemos, como decía Freire, instalarnos en la pregunta, aprender a elegir en un entorno de datos que fluyen constantemente.
Elegir requiere responsabilidad y también apreciación del riesgo. Y no solamente cuando pensamos en emprender, tema en el cual parece clave, sino que incluso el filtrado de contenidos, que sabéis que se convierte en una competencia esencial en el nuevo contexto, depende también de lo que podríamos llamar de forma genérica “razonamiento estadístico”. ¿Qué probabilidades hay de que determinada información sea cierta? ¿Qué elementos pueden determinar nuestro acierto?
Para Gerd Gigrenzer, uno de los investigadores más prominentes en este ámbito, el pensamiento estadístico es la habilidad para entender y evaluar de forma crítica incertidumbres y riesgos. Nos cuenta el autor que el 76% de adultos en US y el 54% de los alemanes no sabe como expresar que 1 en 1000 es un 0.1%. O que compramos lotería precisamente porque la estadística no es nuestro fuerte. No creo que los datos sean demasiado distintos en el contexto hispano.
Emoción, inducción, intuición
Vivimos en un entorno abundante de datos en el que parece evidente que necesitamos aumentar nuestra competencia en este sentido. Incluir la estadística en primaria (más importante, probablemente, que la trigonometría y la geometría), podría ser una buena iniciativa en este sentido. Además, aunque está claro el peso de lo emocional en todo ello, saber valorar riesgos durante la adolescencia podría alejar a nuestros jóvenes de algunos peligros importantes en aquella época. Es durante esta etapa adolescente, nos dice Gerd, que el pensamiento estadístico parece ser el más útil para lidiar con el mundo en que se vive.
Podríamos llamarlo Educación de la Intuición, pienso, y estaríamos aunando un movimiento general hacia la inclusión de las competencias tradicionalmente ligadas al hemisferio derecho en los sistemas educativos que también tradicionalmente las han obviado. Es fácil verlo en el caso de ciencias concretas, como el Derecho o la Medicina, que tanto tienen que ver también con la incertidumbre, con el cálculo de probabilidades.
Pero podríamos decir que en general el tema afecta a todas las profesiones, que de nuevo en un mundo de datos abundantes (neurobiología y web tienen mucho que ver con ello) se debería utilizar más la inferencia, la inducción, que la deducción que caracterizó otros tiempos más escasos en evidencias.
A diferencia de las alfabetizaciones básicas, la alfabetización en riesgos requiere reconexiones emocionales: evitar las ilusiones de certeza, los paternalismos reconfortantes, aprender a vivir en la incertidumbre pero sobre todo, aprender a asumir responsabilidades. Tememos la libertad porque implica responsabilidad, decía Elliot…
Aumento de la inteligencia individual y colectiva, ¿el fin del conocimiento experto?
Pagamos, dicen, unos 200 mil millones de dólares a la industria de las predicciones económicas, incluso cuando suelen ser bastante inexactas. Ese es el precio de la ilusión de certeza. En un entorno en el que podemos consultar nosotros mismos o a través de las redes que amplían nuestra inteligencia muchísimos aspectos, parece que terminaron los tiempos en que confiábamos ciegamente en distintos tipos de expertos. Médicos, abogados e incluso banqueros, cuyo criterio y ayuda pueden seguir siendo necesarios pero nunca de forma infalible deben, como en tantos otros casos en la sociedad del conocimiento, cambiar el valor añadido de los servicios que nos ofrecen si quieren seguir siéndonos útiles.
Nota: Sobre el recién publicado libro Socionomía dejo enlace a su microsite, con material complementario y enlaces para su compra y descarga tanto en versión papel como en versión ebook en distintos lugares del mundo.
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Estupenda esta serie de artículos que no conocía (te sigo desde hace poco).
Casualmente el otro día “me guardé” para futuros usos este listado de sesgos cognitivos, la más amplia que he encontrado:
http://nuncabandones.blogspot.com.es/2011/12/gran-lista-de-sesgos-cognitivos-usuales.html
Estoy convencido de que una formación real en estadística, con un enfoque hacia la intuición, como lo llamaas, podría resultar muy beneficiosa para la sociedad. Pero me temo que la mayoría de la gente es _esencialmente_ no numérica en su manera de pensar. Se puede educar, por supuesto, pero creo que entendemos mucho más el mundo por narración que por correlación y que esa tendencia pesará siempre.
Me consta que algunos gobiernos, cuando dan su dinero a causas del tercer mundo (por poner un ejemplo) ponen como condición no ya la fría estadística sino la “succes story”. No quieren que se les hable de que la escolarización ha aumentado un 10% en zonas deprimidas, quieren que les cuenten el caso de Aruk, el niño que no podía estudiar y “gracias a” ahora sí puede. Y esos gobiernos saben perfectamente por qué lo quieren.
En cualquier caso, es cierto que el acceso a fuentes y la capacidad de inducir relaciones y significados ha cambiado enormemente en la era internet. Mi impresión es que la brecha cognitiva entre quien domina esas tecnologías y métodos de pensamiento y quien no lo hace va en aumento. Y las consecuencias de ello no me parecen evidentes.
¿Tú qué crees que ocurrirá, Dolors?