Nos decía el otro día el ministro Wert lo que en orientación laboral siempre he expresado a la inversa: “Los Universitarios no deben estudiar lo que quieran sino lo que les emplee”. El tema tiene muchas aristas y seguro que se puede argumentar que también en tener un puesto de trabajo está parte de la felicidad humana, pero creo que fue desafortunado en tanto que muestra desconocer algunas de las teorías más importantes de la motivación humana.
Hacer amando, la clave de la felicidad
No voy a ponerme a recordar a Maslow (a quien ya cito mucho en cada una de mis presentaciones) pero podo después de tan desafortunadas declaraciones encontraba en New Republic un interesante artículo acerca de lo duro de los trabajos que exigen fingir una implicación emocional que no existe. “Pret a Manger”, el caso que exponen en el artículo, parece incluir en sus normas de conducta el “amor” por el trabajo, lo que se interpreta como el alquiler por parte de la compañía, no solo del tiempo y los servicios de sus empleados, sino casi que de su alma.
Es importante, para el ser humano que emoción y acción coincidan (disonancia emocional, podríamos llamar a esto), tanto que entre los peores trabajos que pueden tenerse si pensamos en autorealización están los que Hochschild denominaba trabajos emocionales. Ciertas profesiones requieren expresar determinadas emociones independientemente de cómo nos sentimos en realidad: camareros, azafatas y en general todos los trabajos de cara al público pueden requerir la toma de determinadas actitudes emocionales (diversión, pasión, simpatía) que son duras de mantener si no se sienten realmente.
No es igual en los trabajos vocacionales, los que requieren no solo una emocionalidad superficial sino que de verdad se sientan las emociones necesarias. Enfermeros, médicos, trabajadores sociales, maestros, etc. suponemos que están necesariamente vinculados a mayor satisfacción laboral porque exigen afectos más intensos.
Lo leía en Mundo Consumo de Bauman y parece que es parte también de la teoría Marxista de la alienación: el capitalismo convierte a los trabajadores en procesos mecánicos que les alienan de su propia humanidad. También Goffman y sus escenarios entenderían bien el tema, pero una de las teorías que más me ha gustado, que más me ha ayudado a entender tanto la frase de Wert como muchas de las dinámicas más atroces en recursos humanos, es la del Anti-autoritarismo de Bruce Levine.
Antiautoritarios, no enfermos
La implicación emocional, como la sumisión ciega a las normas de compañías, gobiernos, etc. son cosas que se dan por supuestas, se establecen como normales en la cultura corporativa o las sociedades en general. Si alguien las pone en duda es tachado de loco, de perturbado y por lo tanto patologizado, medicado, tratado y aislado.
Lo avisaba ya Foucault sobre la psiquiatría, la medicalización como formas de control social y lo elabora el propio Levine: “En mi carrera como psicólogo he hablado con cientos de personas previamente diagnosticadas por otros profesionales de Trastorno Oposicionista Desafiante, trastorno de déficit de antención con o sin hiperactividad, desórdenes de ansiedad y muchas otras enfermedades psiquiátricas, sorprendiéndome cuántos de ellos eran simplemente antiautoritarios diganosticados por profesionales que no lo eran.
Los antiautoritarios cuestionan si una autoridad es legítima antes de tomársela en serio. Evaluar la legitimidad de las autoridades incluye preguntarse si conocen o no los temas de los que hablan, son honestas y se preocupan por los que les respetan. Cuando el antiautoritario se da cuenta de que la autoridad no es legítima la desafía y resiste, a veces de forma agresiva y a veces pasivo-agresiva“.
No hay demasiados antiautoritarios por nuestras calles ni en puestos de trabajo porque en muchos casos son psicopatologizados y medicados antes de que puedan llegar a cuestionar seriamente a los poderes establecidos, concluye Levine.
Redes sociales para la salud mental: creando epidemias de racionalidad.
La idea es potente pero creo que hoy, en la era de los matices, establece una dicotomía inexistente: no hay autoritarios o antiautoritarios sino un continuo de sumisión a indignación que depende de muchos elementos pero sobre todo del contagio. Lo que vivimos hoy, cuando la información es abundante y la inteligencia colectiva hace que circule con facilidad en las redes sociales virtuales, es precisamente la desmedicalización, la socialización de un antiautoritarismo que solo aislado podía ser controlado. Antes podríamos sedarlo con medicaciones, aislarlo mediante bajas laborales, ingresos psiquiátricos, despidos y similares pero ahora se infiltra, comparte, suma y vence en las redes sociales.
El tuit reciente de John, amigo virtual ya me confirmaba esta idea…
@dreig Te nombro mi lider spiritual. Me he dado cuenta de q twitter cura mis brotes depresivos. Buen dia!!!— johnhurley (@johnhurley) 5 de febrero de 2013
En fin.. que tal vez la del ministro sea una misiva desesperada para intentar perpetuar un modelo que agoniza: si seguimos sus consejos, si instamos a nuestros hijos a no estudiar lo que quieran sino lo que el sistema determine seguro que conseguimos una sociedad más deprimida, más infeliz, más medicada. O tal vez esa estrategia ya no sirva y la razón haya encontrado en la inteligencia colectiva que a veces se manifiesta en redes un sustrato ideal en el que seguir creciendo.
NOTA FINAL: Encontraréis videos, ideas afines a esta en Superhéroes conectados, nueva presentación, sobre cómo ser más racionales en la era conectada.
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Totalmente de acuerdo en todos los extremos. Cuando empecé a estudiar psicología hace 36 años porque era lo que amaba, YA no había "empleos" para psicólogos. Desde entonces siempre he orientado a mis alumnos o amigos de la misma manera: estudia lo que "quieras". Lástima que en 2013 y con la crisis masacrando la educación pública tengamos que tener el ministro de educación más paleto de todos los tiempos (que yo he vivido). Gracias por compartir tu reflexión.
Discrepo, sobra el paréntesis. Wert es el ministro mas bobo y paleto de la Historia Universal.
Hace cinco años el mercado laboral pedía era arquitectos y trabajadores de la construcción. En este momento nuestros licenciados en arquitectura o están en paro o en otro país porque ese mercado laboral del habla Wert ha cambiado radicalmente. Parece que nuestro ministro de educación no tiene nociones básicas ni de motivación humana ni de la realidad cambiante de nuestro mundo.
¿Como puede mostrar tanta incultura un ministro de cultura? Quién nos gobierne debe pensar en el futuro como paradigma de evolución y progreso… sino no vale, merece la destitución, ineptos son aquellos que no se adaptan ni generan el cambio.