Andaba ya en la redacción de este artículo, en parte debido a mi próxima participación en el I Congreso de Telecentros sobre el tema, cuando me llegaba esto:
Según el IV estudio bianual de European Professional Women’s Network (EuropeanPWN), las mujeres componen el 11,7% de los consejos de administración de las 300 principales empresas europeas. En 2004, esta cifra era del 8%.
Datos, creo que preocupantes y que confirman uno de los temas que os quería plantear, el del llamado “Feminismo Iluminado”. Término adaptado del de Sut Jhally, “racismo iluminado”, se refiere a una nueva forma de machismo que acepta y celebra los logros de la mujer aparentemente, pero que en la realidad repudia el feminismo, negando su rebeldía y manteniendo a la mujer “en su sitio”.
Lo adapta Susan Douglas, que nos previene: debemos evitar las fantasías de poder que los medios vienen generando desde hace tiempo. Dicho en otras palabras, de sociedad igualitaria, todavía, nada de nada. Los medios transmiten una imagen de falsa igualdad que nadie, realmente, se termina de creer.
La realidad, es bien distinta, como reflejan varios estudios. Especialmente interesante me resulta un estudio en Communicate Science, que hace evidente lo que muchos/as imaginamos: la desigualdad en la valoración del trabajo según provenga de hombres o mujeres.
Emulan la valoración entre pares de varias “lectures” con similares argumentos y concluyen que aunque las mujeres tendían a valorarse mejor entre sí, los hombres recibían, en general, valoraciones más altas.
La realidad parece, así, confirmar el origen del problema: el ser humano es altamente sensible a la injusticia y cuando la mujer se da cuenta, pronto, de que la igualdad que supone no es tal se inhibe en cuanto a producción cultural, presencia en puestos de poder o investigación científica. La excusa es a menudo la conciliación de la vida familiar y profesional, autoconfirmando diferencia y generando un círculo vicioso difícil de parar (numerosas entrevistas a directivas confirman lo evidente, que no resulta en absoluto imposible compaginar el hecho de tener hijos con el trabajo)
Mitos de la lateralidad de género: el nuevo neurosexismo
Decía hace ya unos años, en los primeros artículos en el blog sobre el tema, que una de las cosas que valoro positivamente de la evolución social, a la que ha contribuido en mucho la nueva Sociedad conectada, es la progresiva desaparición de ciertas características de género.
Lo planteaba ya en otros términos, tanto en una primera aproximación a la identidad digital, Cyborgs en las ramblas, como en un artículo que fue curiosa portada de la desaparecida revista Soitu el día de la mujer, La mujer y las nuevas tecnologías, así que no me sorprendía leer a Daniel Pink en el mismo sentido.
El autor afirma en The Whole new mind que debemos reinvindicar el uso del hemisferio derecho de nuestros cerebros para la humanidad, que la evolución que describimos a menudo hacia la sociedad creativa (de la que también hablaba Richard Florida) derivará en un ser humano más completo, menos determinado por características tradicionalmente vinculadas a hombres o mujeres, superando, hombres y mujeres, limitaciones de género.
Sigo pensando que está en lo cierto, pero que sobran, en este tipo de planteamientos, alusiones de género. Dicho en otras palabras, que asociamos determinadas características a uno u otro sexo, suponiendo que se trata de algo neurológico, neuroestructural, indiscutible, sin demasiadas evidencias al respecto.
Descubría en Context an Variation, “Delusions of Gender” un interesante libro en el que Cordelia Fine desmiente el mito de la preferencia, la lateralidad cerebral y la idea de que la mujeres dominan de forma innata las relaciones, la empatía, el lenguaje, mientras que los hombres demuestran una ejecución superior en cuestión de destrezas espaciales, lógica abstracta, etc…
Los argumentos para explicar la desigualdad de género van, históricamente, desde la “delicadeza de las fibras del cerebro” en las mujeres, a las dimensiones más pequeñas del cerebro de las mismas. Estudios posteriores, más fundados, atribuyen a la testosterona la afectación durante el desarrollo fetal del tamaño relativo de los hemisferios cerebrales, así como del tamaño del cuerpo calloso que los conecta, supuestamente mayor en la mujer.
Uno de los estudios más recientes y citados al respecto es el de Connellan, J. (2000), que reafirma el carácter biológico, innato, de las diferencias.
Pues bien, la realidad, comentada en el libro de Cordelia, es que no existe evidencia científica, ni acerca de diferencias en el tamaño cerebral de los neonatos ni en ninguna de las restantes afirmaciones. Quizás sí hay alguna diferencia observable en ratas, pero de ahí a interpretar comportamientos, capacidades o habilidades distintas, va todo un mundo.
Por contra, lo que sí parece es que se auto-cumple, como decimos los/as psicólogos/as, la profecía que todos estos mitos transmiten, que varían las expectativas de logro en determinadas actividades y para uno u otro género.
La realidad, dicho en otras palabras, es que las niñas nacen en un mundo en que el sexo es una de las divisiones sociales más obvias e importantes, reforzada de forma precoz y continua a través de identificadores de género diversos. Los estudios demuestran, de hecho, que los padres tienden a ver a las niñas más femeninas y a los niños más masculinos de lo que realmente son por naturaleza, reforzando con la la forma de tratarlos cualquiera de los dos extremos. Madres que cuentan sus problemas sentimentales a las hijas y no a los hijos son buenos ejemplos de ello.
El tema es tan potente que incluso si la familia es sensible a este tema e intenta no cometer este tipo de errore,s fracasa cuando, a los 2 años, el niño empieza a desarrollar un sentido de tribu, de necesidad de pertenecer a un grupo, que le lleva a adoptar comportamientos y actitudes del mismo, perpetuando el problema.
En fin…. que creo que los primeros interesados en eliminar estereotipos y concepciones limitantes del ser humano deberían ser los hombres, sobre todo si hacen caso a los pronósticos apocalípticos que resumen en The Atlantic sobre el futuro fin de sus monopolios en los centros de poder.
Describen en ese artículo un estudio que en 2008 intentó cuantificar el efecto de un estilo de management más “femenino”: Los investigadores de la Columbia Business School y la Universidad de Maryland analizaba datos de 1500 compañías estadounidenses para detectar posibles relaciones entre éxito y participación de mujeres en la dirección. En general las empresas más efectivas tenían mujeres como directivas, más en el caso de que tuvieran entre sus objetivos la innovación.
Creo que es mejor, para todos y todas, formular la cuestión como la necesidad de desarrollar habilidades, actitudes propias del hemisferio derecho de nuestros cerebros, sin necesidad de vincular ningún tipo de preferencia a factores genéticos, ni de mencionar ningún tipo de cuestión de género.
Creatividad, colaboración, innovación pero sobre todo Igualdad en Internet
Dicho en otros términos, la creatividad y la colaboración, capacidades altamente vinculadas a lo que el hemisferio derecho de nuestros cerebros, de hombres y de mujeres, es capaz de hacer, son importantes en la economía, la sociedad, el desarrollo general del planeta en el futuro.
E Internet, si educamos de forma amplia acerca de sus posibilidades, es un lugar especialmente adecuado para desarrollar todos estos aspectos, pero sobre todo, como defenderé en la mesa que os comentaba, para avanzar hacia una igualdad real.
La personalización que propicia, la relajación de los controles sociales en la red, tienden a eliminar las cuestiones de género: aquí son muchas más que dos, se convierten en infinitas las tribus de las que se puede formar parte, las que pueden ayudar a conformar una identidad también infinitamente más rica. Dicho de otro modo, gracias a la diversidad, la larga cola de intereses que pueden ser satisfechos en internet, creo que también se diluyen las diferencias de género.
En otras palabras, también en este sentido la red nos empodera: aquí se puede ser hombre, mujer, o cualquier variación en el contínuo que va de uno a otro constructo, de forma totalmente independiente de una biología a la que quizás llevemos años sobreestimando. Al final, quizás unos y otras nos demos cuenta de que no era un tema tan importante, que éramos mucho más que eso. Y esa será la igualdad de verdad.
Investigación
Connellan, J. (2000). Sex differences in human neonatal social perception Infant Behavior and Development, 23 (1), 113-118 DOI: 10.1016/S0163-6383(00)00032-1
Bug, A. (2010) Swimming against the unseen tide. Consultado 6/1/2011, http://physicsworld.com/cws/article/indepth/43308
Otros artículos:
-¿Cómo se construye el cyborg? CYBORGS EN LA RAMBLA: teorías de la formación de la identidad en red.
-La mujer y las nuevas tecnologías.
Siempre me vuelvo a asombrar cuando encuentro esas explicaciones cientificistas sobre las diferencias de género. Me asombra con qué facilidad la gente las asume en su vida cotidiana y se convierten en mitologías y profecías auto-cumplidas. Ojo, que no son sólo los hombres sus mayores defensores y que muchas mujeres reivindican las diferencias de género como natualres, e incluso se sienten atemorizadas ante la idea de que los límites entre lo femenino y lo masculino se disuelvan en una multiplicidad de identidades de género. Como si periéramos algo, no?
Este tema es apasionante sobre todo porque va en la línea con las investigaciones sobre las relaciones entre tecnologías de la información y cerebro de Susan Greenfield, la más brillante estudiosa del cerebro en el Reino Unido y tmb con lo planteado en el libro Derribando Muros, publicado en febrero del 2010, escrito por los lingüistas y semiólogos, Juan Biondi y Eduardo Zapata y la periodista Silvia M.Q