“Y la gente se quedó en casa. Y leía libros y escuchaba. Y descansaba y hacía ejercicio. Y creaba arte y jugaba. Y aprendía nuevas formas de ser, de estar quieto. Y se detenía. Y escuchaba más profundamente. Algunos meditaban. Algunos rezaban. Alguno bailaba. Algunos hallaron sus sombras. Y la gente empezó a pensar de forma diferente.
Y la gente sanó. Y, en ausencia de personas que viven en la ignorancia y el peligro, sin sentido y sin corazón, la Tierra comenzó a sanar.
Y cuando pasó el peligro, y la gente se unió de nuevo, lamentaron sus pérdidas, tomaron nuevas decisiones, soñaron nuevas imágenes, crearon nuevas formas de vivir y curaron la tierra por completo, tal y como ellos habían sido curados”.
En tiempo de Pandemia, año 1800 (brote de peste), en este momento se discute su autoría.
Iba a empezar a escribir este artículo cuando me llegaba una reflexión de Judith Butler alrededor de cómo, en una situación extrema como la que vivimos en esta crisis de #covid19, se dejarán sentir, también con la violencia más extrema, las desigualdades letales del capitalismo.
Lo estamos viviendo ya: retrasos en la toma de decisiones políticas radicales por miedo a la crisis económica que están significando el sacrificio de vidas humanas, noticias sobre cómo la sanidad, al límite ya del colapso en España, se ve forzada a decidir quién, según su esperanza de vida, su “valor social”, etc. merece o no un respirador o una de las escasísimas plazas disponibles en las UCIs o un Trump, estandarte del nacionalismo y del capitalismo más radical, amenazando ya con querer comprar en exclusiva la futura vacuna.
Nos enfadamos, flaqueamos, lloramos y lloraremos hasta el fin de esta pesadilla de indignación. Pero ese final, como en el poema con el que empezábamos, llegará. Llegará el día y habremos desarrollado en todo este tiempo de cuarentena conectada, no sé si mecanismos de inmunidad ante el maldito virus, pero sí, sobre todo, una inmunidad social sin vuelta atrás a un sistema capitalista herido, cada día de forma más evidente, de muerte.
No es nuevo mi optimismo, se me ha criticado ya muchas veces por ello. Y puede que me equivoque y al despertar de la pesadilla seamos más egoístas, sigamos andando con pasos pesados e ignorantes, el camino lento hacia la auto-destrucción. Pero elijo de nuevo observar, recoger en las redes sociables que nos acogen y empoderan en estos momentos, los ingredientes con los que algún día podamos desarrollar la alquimia de una inmunidad social contra el capitalismo, que necesitamos para terminar con esta pandemia y cualquier otra fuente de sufrimiento para el ser humano por llegar.
Estos serán algunos, en mi opinión, de los elementos que habremos aprendido, que harán que esta vez sí, más potentes que nunca ahora que estamos juntos, nos curemos todas y todos, curemos de verdad, como no pudieron en 1800, limpiemos al fin esta tierra:
1. Más conscientes de que vivimos en un sistema enfermo de individualismo. Parecía que, como animales humanos, habíamos logrado trascender a la selección natural que domina las vidas de otras especies. Vivíamos en un sistema que mimaba a los más fuertes, a los más listos, a los más ricos, pero reservaba migajas para que los que no llegaban al nivel pudiesen sobrevivir. Hoy, ante algo tan ínfimo como un virus, la caridad del capitalismo, los estados del bienestar mínimos que mantiene, resultan dramáticamente insuficientes para salvar las vidas de los más débiles.
El coronavirus nos está haciendo más conscientes de todo ello. Sin entender de desigualdades, nos ataca a todos, nos hace conscientes de la propia vulnerabilidad y dependencia del bienestar ajeno. Y no solo hablamos de servicios sanitarios: los fuertes, los que ostentan el capital pueden estar hoy más interesados que nunca en que todos tengamos unas condiciones laborales, escuelas dignas. El camarero de un restaurante trabajando enfermo puede contagiarles, el que por falta de educación no cumple la cuarentena, también.
2. Más conscientes de nuestro potencial como seres virtuales, de lo extraordinario de lo digital, con infinitos ejemplos acerca de los buenos usos de las tecnologías. Vuelvo a decirlo…. ¿Imagináis lo que sería esta crisis, esta obligación moral de confinamiento, sin internet? Llevo 13 años intentando destacar lo positivo en la revolución digital, poniendo la mirada en cómo nos amplia, aumenta nuestra humanidad. Y nunca tuve tantos buenos ejemplos en tan pocos días.
3. Más distantes pero más conectados. Lo leía el otro día: puede que salgamos de esta crisis un poco más distanciados en lo físico. Puede que, sobre todo los latinos, nos abracemos, besemos, mucho menos a casi desconocidos, de lo que lo solíamos hacer. Puede, también, que reservemos los encuentros presenciales para aquello para lo que se demuestren claramente mejores que lo que una videoconferencia nos pueda proporcionar. Habremos aprendido, sin embargo, de ejemplos como el que nos proporcionaban estos días en Milán, poniendo a disposición de enfermos de coronavirus aislados, tabletas con las que hablar o incluso despedirse de sus familiares, que podemos trascender a la distancia, que incluso sin contacto físico, en un mundo de redes sociales, nunca más estaremos solos.
4. Más conscientes de la explotación animal y sus consecuencias. No voy a hablar de biología aquí pero sí recordar que comer animales es la fuente de esta y de la mayoría del resto de las pandemias por las que ha pasado hasta ahora la humanidad. Creo sinceramente que el movimiento vegetariano – vegano, dará un paso agigantado después de esto.
5. Más amigos de nuestros amigos, de nuestras mascotas, conociéndonos mejor unos a otros. Tenemos tiempo, como pocas veces antes, para dedicarnos a aquellos con los que estamos pasando la cuarentena, a los amigos animales con los que convivamos, a los amigos o familiares que tengamos lejos, etc. Podemos conocernos mejor que nunca antes y así, elegir mejor a la gente con la que realmente queremos estar :).
6. Más conscientes de cómo necesitamos respetar el medio ambiente A pesar de que respiramos un aire limpio inimaginable hace poco en nuestras ciudades, seguimos echando de menos, compartiendo, valorando, aquellas salidas al campo que pronto podremos volver a disfrutar…. si respetamos de una vez por todas, también por encima de los intereses económicos, un entorno natural que también está en nuestra esencia.
7. Más conciliadores, menos politizados, menos polarizados.
Utilizados durante siglos como marionetas al servicio de distintos intereses políticos y económicos, conscientes del valor de fijar en los imaginarios colectivos el odio a distintos colectivos, patrias, ideologías contra los que poner al pueblo unido a luchar, el enemigo, en estos tiempos es común, universal y no entiende de bandos. Detecto incluso un ánimo conciliador, incluso entre profesionales del conflicto constante, estos primeros días de confinamiento.
8. Más conscientes de la globalización, aumentada con internet, y sus ventajas e inconvenientes: La crisis del coronavirus actualiza, extiende a su máxima potencia, también, como destaca J.L Orihuela, la idea de la comunidad virtual global, de la aldea global de Mc Luhan que han representado, desde sus principios, pero más que nunca en la actualidad, Internet y las redes sociales. Compartir el mundo, físicamente, ha sido uno de los motivos de extensión rápida y universal de la pandemia. Compartirlo en lo virtual nos ofrece la oportunidad, también, como estamos viviendo estos días en este confinamiento casi universal, de disfrutar de la cultura de otros países de una forma única. Conciertos, obras de teatro online, nos reúnen desde distintos husos horarios, estos días en las redes.
9. Más cultos: Como decíamos en el último video, tiempo libre para aprender cosas nuevas., para disfrutar del teatro, la ópera, etc. que muchas instituciones culturales, solidarias con el movimiento #yomequedo en casa y similares en todo el mundo, nos están regalando, para leer y alimentar, en general, nuestro espíritu.
10. Más autónomos, independientes de las instituciones, empoderados en comunidad: Vivimos, también, el poder de la organización sin organizaciones en su máxima potencia. Más allá de la queja permanente en redes sociales, las mismas sirven para organizar acciones colectivas útiles que, en lamentables ocasiones, completan la deficiente caridad del sistema. Buenos ejemplos de ello son las iniciativas de gente con menor riesgo de contagio para hacer la compra a mayores aislados en apps como Nextdoor o similares, así como la que difundíamos ayer mismo desde una comunidad de makers en el país vasco, buscando voluntarios en redes con impresoras 3d para imprimir equipos respiratorios y otros elementos vitales hoy para hospitales (si leéis esto y es vuestro caso, por cierto, por favor, uníos al canal de Telegram Coronavirus Makers). @coronavirus_makers
11. Más agradecidos, justos, con colectivos tradicionalmente discriminados o no valorados en su justa medida: Habíamos ninguneado, olvidado la importancia de los colectivos que hoy estamos aprendiendo que son imprescindibles para que los demás puedan trabajar e incluso vivir y que por tanto deberían ser mucho más valorados socialmente (y cobrar mejores sueldos). Mientras muchos/as privilegiados podemos quedarnos en casa, los trabajadores de supermercados, panaderías, limpieza, policía, etc. se exponen al virus. Merecen atención especial en este sentido los trabajadores/as sanitarios, también mal pagados muchas veces y que además de exponerse especialmente al riesgo de contagio, soportan sobrecargas de trabajo espectaculares y se ven obligados a incluso aislarse de sus familias cuando llegan a casa.
12. Más conscientes de la importancia de vivir, disfrutar el presente.
13. Más generosos: compartimos recursos contra el aburrimiento, compartimos sensaciones, sentimientos, consejos, datos sobre la pandemia. Si somos lo que compartimos, en estos días somos grandes, mucho, más que nunca.
14. Más creativos, más realizados, más felices: necesitamos, siempre pero probablemente más que nunca, sentirnos útiles. De las necesidades humanas, esta, la de utilizar de forma productiva nuestro tiempo, está resultando fundamental para mantener la salud mental de la población. Si bien quedarse en casa ya es ser útil, estamos viviendo todos/as una avalancha de opciones de nuestros pares para amenizar nuestras vidas, enseñarnos cosas o aliviar los efectos, en cualquier sentido posible, de la pandemia y el confinamiento.
15. Más conscientes de nuestra sociabilidad: en ausencia de comunicación, de encuentros cara a cara con otros, estamos organizando estos tiempos reuniones virtuales con los nuestros. Whatsapp sirve la mayor parte del tiempo pero necesitamos de vez en cuando vernos las caras, de forma sincrónica en Zoom, Houseparty, Facetime o similares.
16. Más críticos con la información que consumimos, conscientes de la importancia de evitar las fake news, de informarnos mejor. Hablábamos de ello, también, en las anteriores entradas: la información fiable alimenta nuestra necesidad de control. Por el contrario, la desinformación puede angustiarnos, ponernos en riesgo, colapsar aún más los servicios sanitarios, etc.
17. Más iguales: Ni el virus ni la necesidad de confinarnos ahora, todos, distinguen clases sociales. Programas de televisión montados a partir de videoconferencia con sus colaboradores, celebrities que retransmiten su vivencia de la cuarentena desde sus casas, si internet nos igualaba, en época de covid19 el tema es más evidente aún.
18. Más divertidos, menos trascendentes: Nos debatimos curiosamente, en esta crisis, entre noticias duras y los memes hilarantes que creamos o difundimos para entretener, alegrar la vida de los que sabemos en una situación similar a la nuestra.
19. Más inteligencia emocional. Lo comentaba en una entrevista que grababa esta semana para RTVE (en breve también en el blog). Si bien no envidio a los padres que conviven estos días, 24 horas al día confinados con niños pequeños, están teniendo una oportunidad única para educarles en algo importantísimo, algo en lo que cojeamos la mayor parte de los seres humanos en nuestras sociedades: la inteligencia emocional. La generación post coronavirus será distinta, sobre todo, porque habrá aprendido sobre la importancia de priorizar las cosas. Es importante el sacrificio personal de no salir de casa por el bien de la comunidad pero no lo es menos el de intentar no enfadarse, mantener la calma, en favor del bienestar familiar.
Dejaremos en 19, con el ánimo de positivizar el número, lo que hemos aprendido durante estos 7 días. Pero queda mucho, seguro, por aprender. Os invito a buscar más motivos, ahora y en unos días, cuando cueste cada vez más, para la esperanza. Necesitamos, más que nunca, seguir observando lo positivo, seguir destacando, entre la oscuridad, los aspectos sobre los que nos sentimos orgullosos de cada uno de los nuestros, de cada ser humano, de cada igual.
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