Apostábamos ya, al principio de la pandemia y como manda el ABC de la resiliencia, por intentar analizarlo como oportunidad. Estos días, ya casi meses de confinamiento debían servirnos, para crecer en los más diversos y vitales sentidos. Sería una larga pesadilla, sí, de esas que se hacen largas y pesadas pero a la vez llevaderas porque sabemos que vamos a despertar.
Es y debe seguir siendo tema de conversación frecuente, el de cómo seremos después de la pandemia. Todo está aparentemente quieto, paralizado. La ciencia, la razón, han tomado por fin el mando, dejándolo todo aparentemente quieto a su alrededor. Mientras, los ciudadanos continuamos aprendiendo, creciendo, construyendo la conciencia social con la queremos despertar, la inmunidad social al sistema de la que hablábamos hace unos días y que, cada día tiene menos vuelta atrás.
En un escenario dantesco, cuando la necesidad crea un caldo de cultivo excepcional para el aprendizaje, con más tiempo que nunca para pensar, llevados por las múltiples fuentes de información disponible en internet y las frecuentes conversaciones en redes, comunidades y grupos. Cuando estamos, además, conviviendo o comunicándonos como tal vez nunca con nuestros mayores, estamos creciendo en dos aspectos fundamentales que a su vez, dan lugar a un tercero, nuevo y con un potencial tremendamente transformador.
Empoderamiento crítico
No se trata de buscar culpables. Ni el 8M ni Vistalegre, ni siquiera la OMS lo quisieron ver o lo vieron venir. Nadie quiso ser el culpable de sacrificar la economía, la cultura, la sociabilidad en la calle, los pilares fundamentales de nuestras formas de vida.
Tampoco tiene sentido, creo, seguir buscando o juzgar culpables, en mayor medida cuando el resultado de la equivocación de los políticos y de sus equipos de comunicación, trasnochados si siguen tratando al ciudadano como si fuese estúpido, es una evolución en nuestro espíritu crítico. ¿Alguien sigue creyendo a los voceros actuales cuando nos dicen que no es necesaria la mascarilla?
Sabemos, digan lo que digan para paliar una escasez que debieron prever, que sí sirven. Hemos aprendido, entre otras cosas gracias a las TEP (tecnologías del empoderamiento y la participación), que se han consolidado gracias al confinamiento derivado del #covid19, a buscar fuentes alternativas, a confiar, como decíamos hace unos días, en nuestros círculos cercanos en whatsapp y similares, a leer a los científicos y sobre todo, a desconfiar de las fuentes oficiales y de sus intenciones de una forma que será muy difícil, en un futuro, cambiar.
Y eso es una noticia tremendamente positiva. Nos hablaba Harari (comentado en video aquí) hace unos días del peligro de que la hipervigilancia (incluso hipodérmica) necesaria para controlar la pandemia termine siendo algo endémico en nuestras sociedades. En este sentido temíamos hace poco sobre los anuncios de DNI inmunológico, así como nos enterábamos hace nada de que iban a utilizarse los datos de localización en nuestros móviles para rastrearnos con el fin de hipervigilar el confinamiento y la pandemia. Todo ello, como destacaba el mismo autor, resulta terrible para la libertad en momentos críticos, tendiendo a perpetuarse después en contextos totalitarios (Corea del Norte, Israel, los EEUU post 11s le sirven como ejemplo).
Pues bien, el empoderamiento del que hablábamos es el antídoto para todo ello, el único capaz de preservar la libertad después de este experimento masivo de evolución humana. Esa va a ser la diferencia entre cómo se ha afrontado la pandemia en un estado totalitario como China, que mantendrá en lo posible los mecanismos de hipervigilancia y control creados para la ocasión y lo que ocurrirá, gracias a los múltiples empoderamientos, para nosotros.
Lo decía el otro día en el primer encuentro: después del descrédito de las autoridades a la hora de anticipar lo que venía, dudo que sea la autoridad la que esté haciendo que en nuestro contexto estemos cumpliendo, con más éxito del imaginado, el confinamiento. Es la responsabilidad la que al final nos gobierna y será también la que no se dejará subyugar, la que exigirá el fin de las medidas de hipervigilancia en los estados no totalitarios cuando todo esto termine.
Suena a anarquismo, a un nuevo anarquismo más solidario que nunca. Cito a Adela Cortina cuando nos lo recuerda·”en la lucha por la vida no sobreviven los más fuertes, los supremacistas, los que provocan el conflicto y la polarización, sino los que refuerzan ese valor sagrado que es el apoyo mutuo”.
La mayoría de los confinados lo estamos por voluntad propia, porque nos apuntamos al movimiento #quedateencasa desde el primer momento, incluso antes de que las autoridades realizaran controles en la calle. No salimos por nuestra salud pero tampoco creo que ese sea el motivo para los jóvenes, en teoría menos vulnerables. El motivo está basado en las decisiones racionales y críticas que tomamos a partir de lo que los científicos nos informan y discutimos en redes. No se trata de miedo ni de sumisión sino, la mayoría de las veces, de responsabilidad: no queremos dificultar más la vida de nuestros sanitarios, no queremos contagiar a nuestros mayores. No salimos, no porque nos afecte la estrategia de terror sembrada en los medios, no porque nos sintamos menos libres en un estado casi militar sino porque queremos recuperar, precisamente, lo antes posible, la libertad a la que ahora estamos voluntariamente renunciando.
Empoderamiento emocional
Me lo recordaba mi hija estos días: no, no es una guerra. Nos gobierna el miedo, muchísimas emociones similares, pero no en la misma medida que en una guerra. En el escenario actual, en el entorno relativamente seguro de nuestro confinamiento (podemos sentirnos relativamente a salvo si no salimos a la calle) y de momento, si podemos subsistir, podemos permitirnos el lujo de pensar, de no dejarnos desbordar por las emociones. En el sentido emocional, además, niños, jóvenes, mayores, estamos aprendiendo.
Lo destacábamos también hace días: desde el extremo de las cartas anónimas de gente que también lo ha pasado mal dirigidas a personas en hospitales, hasta las infinitas horas de convivencia entre padres e hijos y la necesidad de trabajar, todos, el control emocional, la gestión de las emociones, también estamos dando un salto evolutivo importante en cuanto a Inteligencia emocional.
Empoderamiento intergeneracional
Así que no sé cómo será el día después pero sí que seremos, después de esta tormenta, en estos tres sentidos, más fuertes. Son muchos muertos pero también son muchos los vivos empoderados, en forma de pensamiento crítico o inteligencia emocional.
Son muchos los jóvenes indignados por mil motivos (por sus padres sanitarios y su sufrimiento en el aislamiento, por la soledad incluso en el momento de morir de sus mayores…). Y son muchos los adultos que han aprendido a formar y compartir su criterio en unas redes que pensaban inútiles. Muchos, empoderados y emocionalmente fuertes, con ganas de luchar y de tener voz, dudo que sea posible volver a idiotizarnos.
Y es que son jóvenes y viejos que si lo pensamos bien no suman, que como la pasión y la razón que representan, se potencian cuando están tan unidos como en estos momentos. Puede que intenten controlarnos a través del shock y el miedo, puede que la cesión en libertad que realizamos ahora permita a algunos gobiernos intentar controlarnos en las calles después. Será difícil, seguro, repetir cosas como el 15M, fenómeno masivo de organización y empoderamiento ciudadano pero ¿recordáis quienes fueron los protagonistas? En la calle siempre han sido los jóvenes, los que tienen la fuerza suficiente, los que han hecho evolucionar al mundo. El miedo tendrá su efecto y es poco probable que los mayores se atrevan a rebelarse en masa, a salir a la calle a reivindicar cualquier cosa, pero cuidado, porque estos y su razón, que entonces no estaban, están tomando ahora las redes.
Y sí, se ha hecho mal. Deberemos después exigir la responsabilidad de reflexionar por qué o qué debimos priorizar cuando empezó esta pesadilla. Pero deberemos, sobre todo, seguir adelante. Quizás en eso esté la madurez, esa que de forma intergeneracional, todos/as los que queremos volver a abrazarnos alcanzaremos en algún momento de este proceso: en perdonar, no dejar que el odio nos pueda y trabajar a toda costa, juntos, para que no vuelva a ocurrir.
Seguiremos hablando de todo ello en el evento virtual del Jueves en Youtube Live. Estáis todos/as invitados/as. (El encuentro forma parte de la nueva sección El caparazón, Eventos. Tenéis en el enlace información sobre fechas y temáticas.)
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