Lo afirman varios de sus evangelizadores: es una de las principales tendencias tecnológicas este 2018 y un avance significativo, también, en el camino hacia la empatía global que promete internet cuando le dedicamos una mirada esperanzada. La realidad virtual, esa que hasta hace poco solamente nos devolvía imágenes de películas futuristas y de la que ya hablábamos en 2015 en El caparazón, ha llegado para quedarse y puede significar, correctamente apropiada, muchísimos beneficios para seres humanos y sociedades en general.
Google y sus entornos Cardboard, Daydream anunciaban en el último CES (2018, Las Vegas), la salida al mercado esta primavera de dos nuevos gadgets que la impulsarán para el público general: Un nuevo visor independiente del smartphone y una nueva cámara de video que nos permitirá realizar grabaciones 360 sin demasiados conocimientos o dificultad.
Ya no será necesario, así, adquirir equipos caros como HTC Vive o Oculus Rift, con alternativas ya en el mercado como los visores de Google Cardboard al módico precio de menos de 20 euros.
Con ellos y nuestro smartphpone de gama media, podremos acceder a miles de experiencias de realidad aumentada, desde la vivencia directa en un campo de refugiados en Siria a la simulación de cómo ven el mundo gatos, perros y otros animales. Montañas rusas, viajes 360 a cualquier lugar del mundo, juegos, películas inmersivas y más o menos interactivas, entornos para la resolución de conflictos de estrés posttraumático, recuperación de adicciones, sensibilización activista, aplicaciones educativas con las que recorrer de forma colaborativa cualquier realidad humana (Google expeditions), las posibilidades son infinitas para la que muchos autores dicen que es la máquina última para la empatía humana.
Hackeo de los sentidos, Hackeo social, nos lo cuentan Chris Milk, responsables de la ONU y otros/as en las charlas Ted que he recogido en la lista de reproducción Selección VR-360 en El caparazón Inside, en la que también encontraréis distintos ejemplos de lo que podéis hacer ya con un visor de menos de 20 dólares.
Extraigo de la descripción de uno de los videos de la ONU, un texto de José L. Álvarez Cedena que me ha parecido fantástico para entender el alcance socio-cultural del fenómeno:
Jean-Luc Godard, miembro destacado de la Nouvelle Vague francesa que agitó el cine mundial en los años sesenta y continúa, a sus 87 años, ajeno a cualquier convencionalismo y militando en la vanguardia por convicción, afirmó en una ocasión que “la fotografía es verdad y el cine es una verdad 24 veces por segundo”.
No conviene convertir en dogma las frases del cineasta francés (también aseguró que todo lo que necesitaba una película era “un arma y una mujer”) porque además de tener una radical libertad creativa, también ha hecho gala durante toda su vida de ser un polemista vocacional. Pero no puede negarse que el cine ha sido el gran arte popular del siglo XX y que su influencia como generador de imaginarios y reflejo de realidades ha trascendido con mucho el rectángulo de la pantalla.
Los grandes directores a través de sus películas han conseguido transmitir mensajes moralizantes, patrióticos, espirituales o políticos. No han cambiado el mundo, pero han servido como catalizadores o difusores de innumerables movimientos sociales.
El cine, como pretendía Buñuel, debería intentar ser siempre un “instrumento de poesía, con todo lo que esta palabra lleva implícito acerca del sentido de liberación, de subversión de la realidad, (…) de no conformidad con la limitada sociedad que nos rodea”. Pero vivimos en un tiempo en el que el bombardeo audiovisual fomenta la confusión en medio de un magma de imágenes que, por abuso, terminan aplanándose. Y sin profundidad estamos demasiado expuestos a la mediocridad de los discursos. Hay quien en medio de este caos ha querido interpretar en las nuevas tecnologías la llegada de un aliado que permita, de nuevo, acercar esa relación íntima con el espectador que conseguían las películas.
Por supuesto, es pronto para valorar si la realidad virtual, una de estas nuevas posibilidades, ha venido para quedarse de forma definitiva. Hay todavía mucho que investigar en cuanto a formas narrativas, posibilidades técnicas y recursos expresivos como para considerar que el binomio cine más VR es la respuesta de este tiempo a la necesidad de contar historias que siempre nos ha acompañado. Pero ya hay directores que se han lanzado a los brazos de las posibilidades que les otorga la realidad virtual y, muchos de ellos, lo han hecho precisamente para eso: para volver a emocionar al público e interpelarlos directamente para cambiar su punto de vista sobre algunas de las realidades de nuestro mundo.
Gabo Arora es uno de ellos: “creo realmente que la realidad virtual es la mayor máquina de empatía que conocemos y puede convertirse en el medio más poderoso que tenemos los humanos ahora mismo”. Arora apela a la empatía porque ese es el objetivo último de sus documentales, buscar que quien los ve sienta, como él, una llamada para cambiar su vida. Hace algunos años Arora trabajaba como asesor para las Naciones Unidas (él mismo se define como un “ninja de la burocracia”), pero en su interior buscaba una herramienta que le permitiera hacer algo más. Llevar el mensaje de que es necesario cambiar muchas cosas en este planeta a un número mayor de personas. Y cree haberlo encontrado en la realidad virtual. Desde 2015 es director creativo (el primero que ostenta este cargo) de la ONU y hace un año fundó LightSed, productora que busca el impacto social a través de las nuevas formas narrativas. Un buen ejemplo de este impacto es Clouds Over Sidra, corto documental que narra la vida cotidiana de una niña siria en un campo de refugiados, que ha sido premiado y elogiado en numerosos festivales.
Lo más importante para Arora, sin embargo, no es este reconocimiento, sino la efectividad a la hora de transmitir el mensaje de que los refugiados necesitan nuestra ayuda. La mejor forma de hacerlo, afirma, es que sintamos su necesidad y dice tener la prueba “científica” de que con su película lo consigue: gracias a ella se han multiplicado las donaciones de forma espectacular. Sólo por esto, Clouds Over Sidra ya merecería más consideración que las decenas de clónicas historias de superhéroes que cada temporada llegan a las carteleras.
En fin…. otro motivo para mantener la esperanza que analizamos en profundidad en el video de esta semana en El caparazón Inside.
Disfrutadlo:
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